Cuando se despertó de la siesta y recordó que había prometido escribir un ensayo sobre “la pereza”, se sintió invadido por la misma. No podía recordar en que momento se había comprometido con el director del periódico, pero tampoco sabía a cuento de que razón tenía él que poner en solfa los dichosos pecados capitales.
El caso es que poco a poco, había ido desgranando hasta 6 artículos para el suplemento dominical en los que progresivamente había desmenuzado los conceptos relativos a la ira, la gula, la envidia, la lujuria, la avaricia y la soberbia. Pero de una manera involuntaria había ido arrinconando la pereza, porque era el único de los pecados en el que se reconocía, hasta el punto de poder argumentar como el poeta “¿Qué es pereza?¿ y tu me lo preguntas?.... pereza soy yo”, pero no le parecía prudente comenzar su artículo con una confesión de ese calibre, así que siguió dando vueltas a su cabeza, mientras el sopor le invadía en un estado de semiletargo.
Al rato comprobó que la luz diurna declinaba ya en la ventana y él seguía tumbado sin ganas de levantarse, conocedor del dilema al que se enfrentaría tan pronto decidiera hacerlo.
Finalmente, pasadas las 8 de la tarde, no le quedó otro remedio que intentarlo. El artículo debía llegar a redacción antes de las 9, con lo cual solo restaba una hora para escribirlo, corregirlo y enviarlo por mail. Se sentó arrastrando sus pies y su mente, frente al acusador teclado del ordenador, y de una forma mecánica escribió:
“Pereza : Dícese de la señora de Pérez”
“Diligencia: Vehículo arrastrado por caballos que en el lejano Oeste americano transportaba viajeros y correspondencia entre ciudades”.
Combínense estos dos elementos y tendremos que contra la señora de Pérez lo mejor es usar una diligencia….¿estará pensando Pérez en deshacerse de ella enviándola al lejano Oeste?. Esta es la duda que nos corroe la mente cuando este tortuoso pecado nos impide atender nuestras obligaciones.
Nunca comprendió porque no le publicaron este corto artículo, ni porque el director se lo tomó como una burla y le envió una carta acompañada del finiquito, con la que ponía fin a sus colaboraciones semanales, solo pensó que era una lástima, pues tenía preparados dos nuevos artículos para profundizar en los conceptos de pecados mortales y veniales. Decididamente, la gente carecía de sentido del humor.
2 comentarios:
Muy bueno. Además me he visto en la piel de tu personaje (sin la presión de ningún editor, claro).
Ahora vas a tener que seguir publicando el resto de ensayos sobre los demás pecados.
Nada complicado para ti.
Un abrazo.
Pues mira, no pudo tener mejor salida el escritor. Al mal tiempo buena cara y unas risas.
Un besillo.
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