Les gusta mi poesía

lunes, 6 de octubre de 2014

Clínica de salud

El día que abrieron, cerca de mi casa, una pequeña clínica, supe que por fin mis males tendrían remedio.
Se trataba de la típica clínica de barrio, que ofrece sus servicios, de medicina general, pediatría, enfermería y, de paso, se ocupan de tramitar la renovación de carnets de conducir, permiso de armas, ect.

Bombardearon el barrio con sus octavillas publicitarias y tuve la fortuna de que una de ellas vino a parar a mi buzón, aunque luego me encontré otro par en las escobillas de mi coche. Ofrecían sus servicios, añadiendo a lo antes citado, algún detalle más de lo que genéricamente abarca la enfermería, como puede ser, toma de muestras para analíticas, sondas, extracción de cuerpos extraños y otras  de ese calibre y, lo más importante, ofrecían sus servicios en su consultorio o a domicilio si el paciente lo requería.

Yo sufría por entonces un picor general, que se convertía en comezón en determinados momentos, casi como si fuese una quemadura, escozor, irritación, hinchazón, me subía la temperatura corporal y no me dejaba descansar, así que, sin dudarlo, llamé por teléfono y les pedí se pasaran a hacerme una visita.


Llegaron increíblemente rápido, se notaba que aún tenían pocos clientes, les hice pasar al salón y una vez allí fui derecho al problema, ¿ustedes extraen cuerpos extraños, verdad?, pues, por favor, sean eficaces y de forma no muy dolorosa, ¡llévense a mi mujer!