Les gusta mi poesía

martes, 4 de noviembre de 2014

Historias cruzadas

Ella pertenecía al cuerpo de bomberos municipal y, cuando no había salida, tocaba entrenarse duramente para estar siempre preparados ante una posible alarma.

Esa tarde habían tenido que hacer frente a un pequeño fuego doméstico, aparentemente inofensivo, pero que había implicado el rescate de dos menores que se habían quedado solos en el interior de la vivienda. Ella había sido una de los rescatadores.

El era ingeniero de obras. Se pasaba el día entre numerosos cálculos e infinitos procesos para los proyectos en curso. Ahora mismo, la construcción de una nueva presa en el cauce del Guadalquivir ocupaba la mayor parte de su tiempo, si bien también debía atender otros proyectos menores que, nunca se explicaba cómo, siempre recaían en su mesa.

Volvía a casa, cansado pero deseoso de encontrar a su pareja, conocedor de que  ahora le tocaba calcular la resistencia, porosidad, ductilidad, permeabilidad, humedad y otros cuantos factores de un material muy distinto, un material que llevaba nombre de mujer,  pero esos cálculos siempre los hacía con gusto.


Ella llegaría casa, tomaría una ducha que limpiase los restos de hollín de su cuerpo y buscaría su compañía. El problema es que ese fuego que tenía en casa, ni quería apagarlo ni sabía cómo.