Les gusta mi poesía

martes, 31 de diciembre de 2013

A Isabel

Se nos ha ido una compañera del Taller de Letras, una camarada, poeta y madre de poetas. Su corazón no pudo soportar tanta belleza. Ahora ya tenemos a alguien a quien encomendarnos cuando las musas no sean propicias. Yo me la encontré hace unas semanas en un supermercado, y bastó un saludo breve entre nosotros, para que su sonrisa me acompañara todo el día. De ella podría escribirse...


si tuviéramos que describir sus relatos, usariamos la palabra "sencillos"

si tuviéramos que descubrir su mensaje, usaríamos la palabra "profundo"

si tuviéramos que definir su rostro, usaríamos la palabra "alegría"

si tuviéramos que expresar su mirada, usaríamos la palabra "franqueza"

si tuviéramos que opinar sobre sus sentimientos, usaríamos la expresión "madre orgullosa"

si tuviéramos que clasificar el estilo de sus escritos, diríamos sin dudar "POESIA"

y si tuviéramos que resumir todo ésto en una sola palabra, se nos escaparía de la boca "ISABEL"

domingo, 15 de diciembre de 2013

SIMULACRO


GLORIA era una mujer de edad cercana a los 55 años (aunque nadie lo sabía con certeza), que desde muy joven arrastraba un problema degenerativo de la columna vertebral que, además de impedirle el crecimiento normal y haberla dejado fiada en 1,45 m. de estatura, le hacía difícil el equilibrio de forma que al andar se veía en la necesidad de bascular de derecha a izquierda sin control posible de sus movimientos. Le habían ofrecido repetidas veces la invalidez absoluta, y la multinacional en la que desempeñaba un cargo de administrativa le había hecho ofertas reiteradas de prejubilación bastante considerables, pero ella se sentía útil yendo a trabajar a diario. Tenía una buena vecina y compañera de trabajo en su misma calle que diariamente la recogía y la retornaba al portal de su casa, donde vivía con sus ancianos padres, sin saber a ciencia cierta quién cuidaba de quien.


En la oficina, aunque a sus espaldas siempre había algún guasón de humor negro a su costa, era querida y respetada por todo el mundo, ya que su minusvalía se compensaba con una simpatía a raudales, por lo que el aprecio de sus compañeros era unánime. Esto no era impedimento para que si por un azar se la encontraban de frente en un pasillo, rápidamente se girasen para evitar el casi seguro encontronazo, ella se daba cuenta, pero no lo consideraba un desaire sino más bien un gesto de delicadeza para despejar el terreno a sus desconcertantes movimientos.


En una ocasión la multinacional, cumplidora de todas las normativas laborales existentes, realizó, sin previo aviso a los trabajadores, un simulacro de incendio, para comprobar que la evacuación se desarrollaba de forma correcta. A las 12 en punto del mediodía sonó la alarma que pilló a todo el mundo por sorpresa. Lentamente, sin alborotos, los trabajadores bien adiestrados para la ocasión se dirigieron a las escaleras del edificio, ignorando los múltiples y confortables ascensores que éste disponía.

En menos de 3 minutos, todo el personal se agolpaba frente a la puerta principal, esperando el aviso que les permitiría retornar a sus trabajos. Entonces alguien echó en falta a GLORIA, y dio la voz de alarma, al parecer se había quedado en el edificio, con lo cual el simulacro había fallado estrepitosamente, al no garantizar su seguridad, pero entonces surgió la imperante voz del enlace sindical quien tranquilizó a todos manifestando a gritos “No pasa nada, GLORIA está a salvo, yo mismo la he metido en el armario ignífugo”. Cuando se dio la señal de fin del simulacro y se pudo volver a los puestos de trabajo, sus compañeros de departamento se apiñaron delante del armario ignífugo temerosos de saber lo que ocurriría al abrirlo, finalmente el que hacía de jefe se armó de valor y giró la manilla, abriendo ambas puertas. Allí, instalada plácidamente, en posición fetal sobre una de las baldas del armario, rodeada de escrituras, contratos y otros legajos, se encontraba GLORIA descabezando un sueñecito mañanero, conocido desde entonces como “sueño contra incendios”.